El matemático suizo Jakob Bernoulli ( 1654-1705 ), uno de los fundadores del cálculo, dedicó mucho tiempo a estudiar las espirales y escribió un tratado titulado Spira Mirabilis ( espiral milagrosa ) .
Después de pasar muchas horas examinando las espirales, descubrió que las propiedades de la espiral logarítmica eran casi mágicas y dejó encargado que le grabaran una en la lápida de su tumba, junto a la inscripción latina Eadem Mutata Resurgo, que significa "resurgiré igual pero cambiada".
Lamentablemente, la espiral que grabaron finalmente fué la de Arquímedes y no la espiral logarítmica que Bernoulli tanto apreciaba.