Por diversas circunstancias ( entre ellas la prontitud de la llegada de la oscuridad en esta época del año, lo a gustito que se está sentado, con un libro en el sillón y al calor de la chimenea .. ) estos días ando "revoloteando" entre libros y estanterías, hojeando párrafos subrayados... lineas escritas y siempre recordadas ... portadas de libros olvidados... o simplemente deámbulando por puro placer entre algunos de los títulos que se han hecho un "huequito" entre los poros de mi piel...
Uno de estos libros es el que escribieron a "4 manos", mi cronopio preferido Julio Cortázar y su tercera mujer, la canadiense Carol Dunlop, con la que se llevaba tan "sólo", más de treinta años de diferencia...
En el año 1982 ( ellos se conocieron en 1977 ) se deciden a iniciar un viaje de treinta y tres días entre París y Marsella por autopista, a bordo de una vieja furgoneta Volskwagen a la que decidieron llamar "Rojo dragón Fafner ", narrando sus peripecias a lo largo de esta sencilla y tierna aventura, y convirtiéndolo en el libro "Los autonautas de la cosmopista ".
Los planteamientos para ésta aventura eran tajantes... ya en Otoño de 1978 habían dejado bien claras, cuales eran las reglas del juego para esta expedición :
"1.- Cumplir el trayecto París-Marsella sin salir ni una sola vez de la autopista .
2.- Explorar cada uno de los paraderos ( áreas de servicio ) a razón de dos por día, pasando siempre la noche en la segunda sin excepción .
3.- Efectuar relevos científicos en cada paradero, tomando nota de todas las observaciones pertinentes .
4.- Inspirándonos en los relatos de viajes de los grandes exploradores del pasado, escribir el libro de la expedición ".
Seis meses después de finalizar el viaje, Carol Dunlop ( él la llamaba cariñosamente "la Osita" )
fallecía a los treinta y seis años de leucemia. Os dejo con un emotivo texto del propio Cortázar, escrito en Diciembre de 1982, poco antes de la publicación del libro y como emotiva despedida de su "osita"...
"Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el Lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola búsqueda de ritmo y melodía.
Apenas terminada la expedición, volvimos a nuestra vida militante y partimos una vez más a Nicaragua donde había y hay tanto por hacer. Carol reanudó allí su trabajo de fotógrafa mientras yo escribía artículos para mostrar en todos los horizontes posibles la verdad y la grandeza de la lucha de ese pequeño pueblo que infatigablemente continúa su viaje hacia la dignidad y la libertad. También allí encontramos felicidad, ya no solos en los paraderos del París-Marsella sino en el contacto diario con mujeres, hombres y niños que miraban como nosotros hacia delante.
Allí la Osita empezó a declinar, víctima de un mal que creíamos pasajero porque en ella la voluntad de la vida era más fuerte que todos los pronósticos, y yo compartía su coraje como siempre compartí su luz, su sonrisa, su enamorada vivencia del sol, del mar y de la esperanza en un futuro más hermoso. Volvimos a París llenos de planes: terminar el libro, dar sus derechos de autor al pueblo nicaragüense, vivir, vivir todavía más intensamente.
Siguieron dos meses que nuestros amigos llenaron de cariño, dos meses en que rodeamos a la Osita de ternura y en que ella nos dio cada día ese valor que nos iba abandonando. La vi emprender su viaje solitario, donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los había desafiado y combatido en estas páginas.
A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista."
Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella, Dunlop - Cortázar, 1983, Muchnnik Editores .
12 comentarios:
Pero qué bonitooo!
Lo pondré a la cola. Otro más.
Las más bellas palabras siempre acompañan a tristes sentimientos...
Un saludo!
Se me erizó la piel.
A veces, las curvas más pronunciadas no están en la carretera, sino en la vida misma.
*****
estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir...
me mato...
vivir, respirar, admirar,
sentir, vivir la magia de vivir,
vivirnos...
me en-canto tu "revoloteo"
besos dulces...
Me pregunto que es lo que te habrá hecho sentirte tan melancólico para recurrir a tu querido Cortázar y refugiarte en las últimas palabras que dedicó a su "Osita".
Escucho música mientras te leo y voy a tararear lo que viene hacer comunión con tu post.
"Hay días que busco tu pecho entre mis madrugadas, hay días en los que no amanezco me arrugo y me hundo en un mar de silencio.
Hay días que bebo el sabor del deseo entre lunas amargas..."
Supongo que así se debía de sentir Cortázar a escribir con la ausencia tan presente de su amada.
Cálidos besos te envio con el viento.
Triste final...de ivda de amor y de muerte...pero preciosa historia de amor.
Besos para ti y mi compañía.
mar
Preciosa historia, Pekas...
Si es que en el fondo eres un romántico!! Aisssss :-)
EN EL COSTADO DE MI BLOG HAY UN PREMIO PARA TI POR TU CALIDEZ, TU BUENA ENERGIA Y POR TU FORMA DE VER LA VIDA QUE ME ENCANTA.
BESITOS
MAR
Sabes? He llorado, que pena y que malgasto de vida. Besos.
Eres un auténtico cuentacuentos... sabes cómo desgranar las palabras, una a una, para llegarnos bien adentro... No cambies nunca, Pekas!
Seguiré leyendote... si sigues escribiendo, claro está... que últimamente estás "vaguito"! jaja
:-))))
Soy fan-fan de Cortázar..
me has dejado.. uff!!
MuA
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